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La historia de Stan es una historia de reinvención. Aunque su pasaporte dice que es estadounidense, su corazón pertenece a Buenos Aires. La pandemia de 2020 fue su punto de inflexión, desatando una pasión por la pintura que venía gestándose desde hacía décadas y que le permitió dar vida a su imaginación de un modo nuevo y audaz.
Su arte irradia una mezcla de influencias, desde Picasso hasta Pollock, sin dejar tener una impronta original. Stan trabaja sobre múltiples piezas, superponiendo acrílicos, metales y aditivos para desafiar a las convenciones artísticas. Su estética refinada pero osada es una experimentación constante con la textura y el color.
Las pinturas de Stan no tienen título, lo que permite a los espectadores interpretarlas libremente. Cada lienzo cuadrado, firmado solo en el reverso, invita a una experiencia sin filtros. Su arte provoca, cautiva y vibra con la vitalidad de su viaje.